PARTE I:
En marzo de 2018, la vida de Lorena dio un vuelco inesperado. De pronto se encontró cara a cara con el miedo a perderlo todo. Casada y con una hija que contaba pocos meses, los médicos le detectaron una tumoración de gran tamaño en la cara. Aunque benigno, extirparlo implicaba pasar por una operación de alto riesgo. Aun en manos de uno de los mejores otorrinos de Europa, el tumor tocaba toda la zona de la vena carótida. Lorena sufrió un shock anafiláctico y perdió casi toda la sangre. Dos años después no ha recibido el alta, sigue con resonancias de control, puede abrazar a su hija pequeña y está embarazada del segundo. Y todo esto es posible, gracias a que hubo donantes de sangre que le salvaron la vida.
En su etapa universitaria, Lorena fue una donante activa. Sin embargo, por “la vorágine del día a día y sin ningún motivo especial” dejó de donar. Explica que se arrepiente, porque siempre ha sido muy consciente del bien que hacen las donaciones de sangre. Sobre todo, lo piensa desde que ella se vio envuelta en una situación de la que no habría salido sin transfusiones de sangre.
Lorena llevaba un tiempo con problemas para respirar y los médicos lo achacaban a que es muy alérgica. Le acababan de hacer una resonancia, cuando la llamaron para ir al día siguiente hacerse un TAC de urgencia. “En ese momento el mundo se me vino abajo, porque me di cuenta de que estaba pasando algo que no era normal. Me encontraron una tumoración enorme en la cara, no sabían si agresiva, que me cogía toda la zona de la vena carótida, cerebro. Los médicos nunca habían visto algo así”, explica.
La semana que tardaron los médicos en saber que era benigno fue de las peores que ha vivido Lorena. Cogió aire y le dijeron que se podía operar, pero que entrañaba un alto riesgo, porque no sabían cómo sacárselo. “Desde Son Llatzer me recomendaron que me fuese a Oviedo, donde está uno de los mejores otorrinos de Europa, el doctor Llorente. Llegué allí totalmente vulnerable y pensando: me he casado hace poco, tengo una hija pequeña, soy profesora. No me merezco esto. En ese momento agradezco mucho las palabras del doctor y de su equipo. Me tranquilizaron mucho y me aseguraron que estaba en el mejor sitio”.
Lorena se señala la cara y el cuello para mostrar que no tienen ninguna marca. Ninguna señal de una operación en la que le extirparon un tumor de gran tamaño. Asegura que tuvo la suerte de caer en mano de ángeles que fueron unos médicos maravillosos. Destaca que la operación fue bien, pero cabe recordar que era una intervención de alto riesgo. “Sufrí un shock anafiláctico y tuve una hemorragia masiva en la que perdí más de cuatro litros de sangre. Yo soy muy pequeñita, así que perdí casi toda la sangre”.
🖋 Andreu Vidal Bustamante
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